Lola estaba en la cocina con la puerta cerrada, fregaba unos platos,
mientras que en el salón de la casa Chus y Basiliano veían la tele sentados
cada uno en una butaca...
-Lo que nos faltaba, otra comunidad autonómica a la
que le dan alas, poco a poco iremos al desmembramiento total –comentaba
Basiliano. Como si no tuviésemos ya bastante con la gente del Norte.
-Quieren ser libres –Chus no se pudo reprimir.
-¿Libres? Y luego vendrán los catalanes y los gallegos
y...
-...los andaluces, papá ¿qué piensas tú que
significa la autonomía?
-¡Qué va a significar!, el desastre, la demolición
del Estado ¿pero es que no ves a lo que se ha llegado en el Norte?
-Tienen derecho a pedir ¿no? A lo mejor si se les
hubiera escuchado en su tiempo no se hubiese llegado a esto.
-¿A qué? ¡A que no dejen vivir a nadie tranquilo
poniendo bombas!
-Habría que negociar.
-¿Negociar? Habría que cogerlos por los cojones y
colgarlos de una viga.
-¡Ya, como en Cuenca!
-¿Qué dices?
-No, nada, cosas mías. El pueblo tiene derecho a
ser libre.
-Mano dura, Jesús, lo que yo te diga.
-¡Si claro! Siempre lo que tú me digas. Así nos va
–Chus se levanta.
-Está visto que contigo no hay manera de entrar en
razón.
-¿Quién tú o yo? –Chus gesticula con los brazos.
El
sonido de un plato estrellándose contra el suelo les llegó nítido desde la
cocina.
-¡Lola! –gritó el brigada.
- Ya voy.
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