viernes, 13 de octubre de 2017

Capítulo 17



                       Así comienza el capítulo 17 de la novela Cuando los bosques mueren
El lago constituye uno de los enclaves favoritos para la joven pareja de enamorados, pero no el único. Les gusta la soledad, poder encontrarse en cualquier situación contemplando el paso del tiempo sin mayor preocupación que el contacto físico, el compartir el humo de algún cigarro o saborear el mismo vaso de ron con coca cola. Chus  espera la oportunidad para que la muchacha le cuente qué fue de aquel mimbreño que pasó por su vida y del que tanto le cuesta hablar. Están echados sobre la cama del bungalow que ocupa Chus en  VillaTur, suena la música de Camarón y una luz tenue inunda el habitáculo. El calor hace que ninguno de los dos lleve prenda alguna sobre sus cuerpos. Chus se atreve a preguntar:
-¿Por qué dejaste la Granja, Carmela?
-Se juntaron varios hechos – responde de manera tranquila.
-Podemos hablar de ellos – continúa Chus,  medio incorporado.
-Supongo que sé de lo que quieres que hablemos, eres listo canalla, sabes escoger los momentos –responde Carmela con una sonrisa, apoyada sobre las nalgas de Chus.
-Es sólo una sugerencia.
-No, no me importa, quieres que te hable de Vicente y voy a hacerlo. He sufrido mucho, lo he pasado muy mal y tan solo he encontrado sosiego al conocerte, así que estás en tu derecho de saber cómo ha sido mi relación amorosa con anterioridad a tu presencia en mi vida, pero te ruego que no me hagas demasiadas preguntas porque siento que entonces sería incapaz de contarte nada. No es un buen recuerdo, pero en algún momento sabía que tendría que enfrentarme al reto de hablar de esto sin echarme a llorar.
-Como quieras –murmuró Chus.
-Lo conocí en la Granja, no es que no supiese de él, ya sabes como son las cosas en los pueblos, pero ahí intimamos más porque estábamos todo el día codo con codo entre unas cosas y otras. Comenzamos a salir. Mi madre se enteró y bajo su beneplácito fuimos entrando en una relación normal de dos novios; como aquí hay cosas que marchan más rápido que en la capital, enseguida todo el mundo te quiere ver delante del altar. No habían pasado más que unos meses y ya nos lo creíamos. Entramos en las formalidades de conocer a las familias más de cerca y yo me hice muchas ilusiones con Vicente, representaba en ese momento mi ideal de hombre: guapo, atractivo, con ideas serias con respecto a la formación de una familia y que gozaba en el pueblo de muy buena reputación. Le encantaban los niños como a mí, y nos hicimos grandes propósitos con respecto al futuro…