miércoles, 15 de abril de 2015

Capítulo 7



Quince años antes, en Macegoso, Chus tuvo un arrebato activo queriendo terminar su paso por el Colegio con el título de Graduado Escolar bajo el brazo, pero no lo consiguió. Ni su padre ni los profesores se lo explicaban, porque lo conocían lo suficiente para saber el grado de inteligencia del muchacho, pero su mente era un volcán en ebullición, su adolescencia una espada al rojo vivo y sus inclinaciones de cara al futuro un enigma tan poderoso que ni abriéndole la cabeza se encontraría el secreto de sus pensamientos. Entonces todo el tiempo le parecía poco para tener una buena preparación física y no descuidaba ni un solo día sus carreras por los alrededores del pueblo, por entre los pinos, por las lomas subiendo cuestas, esforzándose en ir a  más, en sudar, en coger la bicicleta y hacer kilómetros como si estuviera preparándose para una cita importante. Su padre lo observaba, trataba de decirle algo pero las respuestas no estaban en consonancia con la intención de las preguntas, así que era un diálogo de escasísimas palabras. En su habitación, Lola le quitaba el polvo a libros que ella hojeaba porque sabía que no son los del colegio, son de la biblioteca municipal y hablaban de gente que iban de aventuras por otros países, que llegaban al Polo Norte o que atravesaban África, con lo que gustaban a ella las novelas de Corin Tellado y había que ver ese muchacho lo que se metía en la cabeza, pero como estaba en una edad difícil, tampoco es ella nadie para irle con cuentos a D. Basiliano. Chus encontraba desahogo a sus largas horas en Macegoso en algunos encuentros que tenía con el único macego que parecía entenderle un poco.
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