martes, 30 de diciembre de 2014

Ábreme si quieres conocerme


En la Tertulia Literaria de la Casa de las Sirenas se ha dado a conocer el libro Ábreme si quieres conocerme, de Saray Pavón. Carmela no ha querido dejar pasar la oportunidad de traerla a esta página, así que si me lo permiten:
Estamos ante una prueba más de esa otra forma de buscarse la vida por parte de personas con ganas de transmitir. El caso de Saray no solo es digno de tener en cuenta por su labor literaria, sino que además concurren en ella otras facetas artísticas que hacen más atractivos, si cabe, sus aportaciones. Pasó por Baratillo Joven y por Cangrejo Pistolero, ahora se halla integrada en la asociación  Di-Fusión-A2, que busca dar salida a esa fuente inagotable de comunicación que cada uno de nosotros alberga en su interior.
Las editoriales siguen a lo suyo, que no es más que darle cobertura a quienes no la necesitan, porque lo que les interesa es ganar dinero, dicho de la manera más llana posible. Si bien es cierto que existen muchas otras posibilidades para aquellos que no ganan premios literarios de envergadura y que, a veces, da la sensación que hay más escritores que lectores, no es menos cierto que los valores literarios hay que cultivarlos.
Así que dicho lo dicho, no dejen de comprobar el buen hacer de Saray, porque merece la pena dedicarle tiempo a su trabajo. Ella se define en su twiter como “inquieta y evolutiva”, así que no hay que dejar pasar la oportunidad de conocerla.

martes, 23 de diciembre de 2014

Dos reseñas dos


Por el mismo precio, les ofrezco dos reseñas:
 La primera de Verónica Calvo, publicada en su blog Tinta de Sueños
Y la segunda de Graciela Giráldez, a través de la Revista Literaria Palabras Indiscretas, que ha tenido la deferencia de reseñar el libro en la página 47
Que les aproveche

jueves, 18 de diciembre de 2014

Secundarios


La figura del personaje principal o del protagonista de las novelas lleva siempre adosado a su partida de nacimiento, la de otros personajes, de menos renombre, que destacan menos, pero que son imprescindibles.
Si en el relato de Cuando los bosque mueren destacan por si mismos Chus, Carmela y Chascajavas, no es menos cierto que tras ellos se hallaban Basiliano (padre de Chus), Ana Lebrón (madre de Carmela) y Bernardo Farratell en la figura del antagonista. Y así hasta completar la nómina de 16 personajes que influyen de manera muy directa en el devenir de los tres amigos que pululan por las páginas del libro desde el principio hasta el final.
Pero hay más, si nos metemos con el cupo de secundarios, podemos llegar hasta 58. ¿Y cómo es posible aclararse con este aparente galimatías de nombres? Para eso está nuestro cerebro —que es muy listo—, para separar el grano de la paja y de esa manera Amador (compañero de colegio de Carmela), Andrés (padre de Carmela), Josefa (madre de Chascajavas) o Gutiérrez (Guardia Civil), pasarán por nuestra mente como una pequeña imagen que en algún momento percibimos, pero que terminaremos olvidando antes de que lleguemos a la última página. Las figuras de los protagonistas eclipsarán al resto, pero es justo reconocer la existencia de esos otros que se pasan la mayor parte de la historia tras el telón, pero que sin ellos, la representación quedaría incompleta.
El autor, siguiendo otra pauta distinta a la del lector, contempla con añoranza esas cifras, casi sin llegar a entender cómo es posible que tanta gente quepa en poco más de doscientas páginas sin que nadie se caiga de la lista. Vaya por tanto mi pequeño homenaje a ellos: a los secundarios, que desde Amador Guerrero hasta Romero contribuyeron a hacer posible el desarrollo de la trama.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El hombre que te habita



Carmela y Chus están de enhorabuena, porque a su mesa ha llegado El hombre que te habita, libro de poemas de Antonia María Carrascal. Y digo que están de enhorabuena, porque la autora de los versos es la misma persona que tuvieron el honor de conocer aquel mítico 25N, en el que tuvo lugar la presentación de Cuando los bosques mueren. Ahora le ha tocado a ella ponerse frente a los espectadores y recitar. El acto tuvo lugar en la Casa de la memoria de Sevilla, un antiguo palacete, reconvertido en otros usos.
Pero el asunto no queda ahí. Antonia, con su pluma sin igual, nos da un repaso a todos los humanos, para que nos quitemos las legañas y nos pongamos el mono de trabajo. La Madre Tierra no admite más demora, hay que formar un frente común para evitar que le terminemos dando la vuelta como si fuese un calcetín. Carmela y Chus, algo saben al respecto  —no en vano buena parte de sus problemas les vienen dado por una errónea interpretación de sus conceptos ambientalistas.
El hombre pide, el hombre exige, el hombre se aprovecha de lo que tiene al alcance de su mano. Antonia lo expresa como ella sabe hacerlo, el resto de los humanos lo degustamos. La propuesta está muy clara, ahí queda la carta de presentación. Luego llega la segunda parte, y no es otra que la Madre responde, le da un tirón de orejas a sus hijos, los pone firmes, como firmes nos pone Antonia con su poesía, con su exquisita manera de decirnos lo que piensa.
Así que, Carmela, Chus, coged el libro de Antonia y no parad con su lectura hasta llegar al último verso. No os arrepentiréis.

martes, 2 de diciembre de 2014

Capítulo 5


Mari Carmen Alonso Lebrón, Carmela, había nacido hacía veintisiete años en Mimbreras, localidad serrana situada a noventa kilómetros de la capital de la provincia. Sus padres vivieron una posguerra de mendrugos de pan y achicoria removida con leche condensada. Ella fue la más pequeña de tres hermanos y la depositaria de la esperanza familiar en una vida lejos de la dependencia del campo. Por eso fue a la escuela mientras que el resto de los componentes de su familia, trabajaban donde podían. A su padre apenas lo trataba porque se llevaba en el campo todo el día, muchas noches no regresaba al pueblo porque tardaba tanto en llegar que permanecía en el monte incluso el tiempo necesario, hasta que se le agotaban las provisiones. El mayor de sus hermanos, le contaba su madre, era el fiel escudero de ese padre tan valeroso que siempre estaba luchando contra los dragones del hambre, cuando por las noches se sentaba en su cama alisando el cabello con una mano mientras con la otra gesticulaba como si sus dedos fuesen la tramoya del gran teatro del mundo.
Ana Lebrón, su madre, representaba para la pequeña Carmen un manantial continuo de sosegada dulzura.
—Toda la cara de mi Andrés –dijo el día que nació. Espero hija mía que tu futuro no tenga nada que ver con las calamidades que estamos pasando.
—Qué cosas tiene usted Ana!- contestó la matrona.
No me eches cuenta María, es la emoción, bien sabe Dios que así como he sacado adelante a sus hermanos, saldrá ella también
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