miércoles, 21 de septiembre de 2016

Que llegue pronto mañana


Aunque estemos llamando a la puerta del otoño, el verano ha sido tan riguroso que parece mentira que haya descendido el número de hectáreas quemadas en España con relación al pasado año, puesto que da miedo pararse a ver los noticiarios. El medio natural sufre lo suyo, pero ya no solo es eso, lo peor de todo es el riesgo de vidas humanas que se ponen en el tapete en cualquier episodio de incendio forestal. Y apurando sobre el asunto, lo más lamentable es que la mayoría de ellos siguen siendo provocados. No se teme siquiera ante el hecho de ser considerado delito y que se puede acabar con los huesos en la cárcel. Es increíble como está el personal.
En este sentido César-Javier Palacios escribe un artículo en 20Minutos que no tiene desperdicio. Conocía muchas causas por las que se prendía fuego al monte de manera intencionada, pero la que nos relata César-Javier relativa a la quema de papel higiénico tras una defecación, no hay por donde cogerla, apesta.
Como siempre, me gusta echarle un vistazo a la página de Greenpeace para ilustrar mejor de lo que estoy escribiendo: España es el país europeo que más sufre los efectos perniciosos del fuego. La falta de prevención es una de las claves que ha generado un peligroso aumento de incendios forestales, provocados por el ser humano en la mayoría de los casos.
Y encima se producen acontecimientos de vez en cuando que vienen a echar más leña al fuego, en el sentido literal de la frase. Vean si no:
No hace mucho, el grupo ecologista Alwadi-ira, de Alcalá de Guadaira denunciaba que se quieren eliminar tres mil eucaliptos en la zona de Gandul. Mis buenos amigos dan toda una serie de razones para evitar que se cometa semejante tropelía arbórea. ¿Qué habrán hecho los árboles para recibir semejante castigo?
Por desgracia hay más, mucho más que hablar al respecto, pero por hoy lo dejaré aquí con la esperanza —aún la mantengo— de que la llegada de la nueva estación meteorológica signifique una inversión en la tendencia incendiaria del ser humano.

martes, 6 de septiembre de 2016

Capítulo 13


En Macegoso, la casa del brigada Basiliano Arnao, durante tantos años templo del silencio, se había convertido en los últimos tiempos en un lugar donde los enfrentamientos entre padre e hijo ponían a prueba los serenos nervios de Lola, a la que apenas le quedaban ya cacharros en la cocina que abollar. La intervención en el incendio de Santa Bárbara y el hecho de no encontrarse prueba alguna contra él, hicieron que Chus se sumiera en una incertidumbre tan enorme que no hallaba un momento de calma. Cada día se planteaba abandonar de forma definitiva el hogar paterno; en aquel momento tenía dinero, podía haberse marchado dónde y cuándo le diese la gana, pero tampoco sabía si era decente esa actitud, “¿por qué tuve que hacerle caso a Chascajavas?”, “seguro que terminarán por saber que fuimos nosotros”.
—Tú no conoces los métodos de mi padre en el Cuartel, Celestino.
—No podrán saberlo Chus, allí no ha quedado ni rastro de nozotro, se quemó todo; el paro es muy malo, Chus, da unos bocados tremendos en el estómago y la gente está harta ya de mizeria, y pegar fuego da dinero.
La cabeza del joven Arnao era un hervidero de palabras dando vueltas sin conseguir asentarse, “mi padre es la Ley, representa la Justicia, el bien, el cielo, la gloria”, “la gente que le da brillo a las esquinas esperando algún maná que les quite las cadenas, representan la inmundicia de este mundo, son los parias, desecho de la mesa del rico”. En algunos bares, plazas, campo de fútbol, y mercado de abasto, colgaban unos carteles que decían: “¡Ayuda a la policía! Colabora con ella en la identificación y detención de los delincuentes”, campañas que se lanzaban de forma general dirigidas a la conciencia de todos, pero que Chus personalizaba y se lo tomaba como la mano justiciera que se le acercaba por la espalda y de un momento a otro le tocaría en el hombro y le diría: “Tú” “Culpable” “Ya te tenemos”. Discutía con Chascajavas...
—¿Por qué le tienes tanto miedo a la pasma, Chus?
—No es a ellos a quienes temo, es a mí mismo que no sé donde estoy. Me pasa igual que cuando mi padre se pone a hablar del País Vasco.
—Hombre, es que zon unos mamones, ¿tú te crees que ze puede poner bombas de eza manera? ¿Tú estás con ellos?
.../...
Así comienza el capítulo 13 de la novela Cuando los bosques mueren