Así comienza el capítulo doce del libro Cuando los bosques mueren
El año mil novecientos noventa y dos está marcado, en cuestiones
ambientales, por la celebración de la
Cumbre de Río de Janeiro, a consecuencia de la cual se toman
algunas medidas de formación e información por muchos centros públicos, tanto a
nivel estatal como regional. Así llega al Centro de Defensa Ambiental de
Villanueva de Mimbreras un Curso de Formación Continuada de obligado
cumplimiento para todos los retenes. En la sala preparada al efecto, donde
pueden entrar unas treinta personas, se pasan unos señores de muy buen ver, en
opinión de Carmela, y unos chupatintas en opinión de Chus, que a través de
diapositivas, retroproyector, cuadernillos de colores y una pizarra
desplegable, instruyen al personal allí presente para que la lucha contra el
fuego sea algo más que una forma de ganarse la vida; vienen educadores,
biólogos, técnicos de la Junta
y algún que otro político, que de vez en cuando se deja ver comprobando como
marcha la formación continuada. Dependiendo de la hora, el personal presta más
o menos atención al instructor de turno, aunque siempre está el que mantiene la
tensión constante en el ambiente y no deja que nadie se le duerma, como Juan
Palma, para ello pregunta y pone en aprietos a más de uno, aunque nunca tensa
la cuerda...