martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 4


4
Carmela se despierta con el ruido de platos en la cocina, a pesar de la distancia que hay entre el dormitorio y aquella dependencia situada junto a la entrada del piso. Abre los ojos, se da media vuelta en la cama, contempla el desorden de ropas, maletas y bolsos de distinto tamaño, pero no se inmuta; sus ojos se van acostumbrado al cambio y a través de los visillos de la ventana contempla un cielo azul y el paso de algún grupo de vencejos que dan gritos y gritos sin mostrar síntomas de cansancio. Le llega olor a café, así que de un salto sale al pasillo, entra en el cuarto de baño y abre el grifo de la ducha, deja correr el agua templada desde la coronilla hasta los dedos de sus pies durante unos minutos, luego se enjabona con ese gel perfumado que tanto le gusta, que le recuerda la fragancia  de las jaras cuando se derriten bajo el sol de agosto. Antes que terminase de secar su piel, tiene ante sí a  Chus, la persona con la que unas horas antes compartía momentos de tensión por las pistas macegas; ya ha pasado lo peor, la primera prueba real estaba superada, no ve otra cosa que un par de ojos profundos a dos narices de distancia y no siente nada más que la presión de dos fornidos brazos que la sacan de la bañera y la colocan de espalda al espejo neblinoso de un armario de pared. Sus labios henchidos, calurosos, se ensalzan en una batalla encarnizada y sin tregua...

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