Así comienza en capítulo 22 de Cuando los bosques mueren
Dos meses antes, Carmela, Cande y Diego Durán se hallan en Sevilla con
motivo del II Simposium sobre malos tratos a los niños, algo a lo que ha
incitado la menor de los Alonso a su amigos, con cierta reticencia de Cande y
con la promesa hecha a Diego que luego de ese encuentro tendrían que asistir a
otro de corte bien distinto, pero al que él estaba invitado.
— ¿Por qué te preocupas tanto por los niños Carmela, si tú no tienes
ninguno?-preguntaba Cande.
—Porque los veo tan indefensos, tan débiles y moldeables.
— ¿Y por los malos tratos?
—Es que eso es ya lo más cruel a lo que se puede llegar, pero de eso
hablaremos en otro momento, sino vamos a aburrir a Diego.
-Por mí no preocuparos, no es que no me interese,
lo que pasa es que andamos un poco escasos de tiempo y...
-Te entiendo, Diego, vamos a lo que vamos...
Del Simposium recogen la información escrita que una amable azafata les
entrega y que luego Carmela se encarga de procesar de manera adecuada en su
mente y más tarde se encaminan los tres a la calle Calatrava, donde está
teniendo lugar unas jornadas sobre incendios forestales, organizadas por la
emisora Radio Chindirica, y coordinadas
por la vivaz periodista, Nuria Magariños, que a pesar de su juventud, demuestra
bastante soltura con el micrófono. Las dos mimbreñas se encuentran casi por
sorpresa en una sala llena de gente que siguen con atención lo que ocurre
frente a ellas, en una especie de escenario donde está teniendo lugar un debate
en torno a los incendios forestales. Mayor fue aún su sorpresa cuando descubren
que su amigo Diego Durán, el poeta, se encuentra frente a ellas, gesticulando
en una mesa redonda, donde lo más poético que hay es una mesa camilla que
preside la periodista.
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