En Macegoso, la casa del brigada Basiliano Arnao, durante
tantos años templo del silencio, se había convertido en los últimos tiempos en
un lugar donde los enfrentamientos entre padre e hijo ponían a prueba los
serenos nervios de Lola, a la que apenas le quedaban ya cacharros en la cocina
que abollar. La intervención en el incendio de Santa Bárbara y el hecho de no
encontrarse prueba alguna contra él, hicieron que Chus se sumiera en una
incertidumbre tan enorme que no hallaba un momento de calma. Cada día se
planteaba abandonar de forma definitiva el hogar paterno; en aquel momento
tenía dinero, podía haberse marchado dónde y cuándo le diese la gana, pero
tampoco sabía si era decente esa actitud, “¿por qué tuve que hacerle caso a
Chascajavas?”, “seguro que terminarán por saber que fuimos nosotros”.
—Tú no conoces los métodos de mi padre en el Cuartel,
Celestino.
—No podrán saberlo Chus, allí no ha quedado ni rastro de
nozotro, se quemó todo; el paro es muy malo, Chus, da unos bocados tremendos en
el estómago y la gente está harta ya de mizeria, y pegar fuego da dinero.
La cabeza del joven Arnao era un hervidero de palabras dando
vueltas sin conseguir asentarse, “mi padre es la Ley, representa la Justicia, el bien, el
cielo, la gloria”, “la gente que le da brillo a las esquinas esperando algún
maná que les quite las cadenas, representan la inmundicia de este mundo, son
los parias, desecho de la mesa del rico”. En algunos bares, plazas, campo de
fútbol, y mercado de abasto, colgaban unos carteles que decían: “¡Ayuda a la
policía! Colabora con ella en la identificación y detención de los
delincuentes”, campañas que se lanzaban de forma general dirigidas a la
conciencia de todos, pero que Chus personalizaba y se lo tomaba como la mano
justiciera que se le acercaba por la espalda y de un momento a otro le tocaría
en el hombro y le diría: “Tú” “Culpable” “Ya te tenemos”. Discutía con
Chascajavas...
—¿Por qué le tienes tanto miedo a la pasma, Chus?
—No es a ellos a quienes temo, es a mí mismo que no sé donde
estoy. Me pasa igual que cuando mi padre se pone a hablar del País Vasco.
—Hombre, es que zon unos mamones, ¿tú te crees que ze puede
poner bombas de eza manera? ¿Tú estás con ellos?
.../...
Así comienza el capítulo 13 de la novela Cuando los bosques mueren
Querido amigo, buen comienzo de capítulo. Volvemos a la triste realidad de los incendios provocados. Ojalá tomemos todos conciencia de que debemos preservar la naturaleza, un bien cada vez más dañado. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, María José por la visita. Aunque el asunto está complicado no hay que perder la esperanza de que cambie la tendencia.- Un abrazo
EliminarComo bien dice María todos debemos tomar conciencia, pero nunca de nuestra propia mano...¡¡¡que más puedo decir de una novela que he tenido el placer de leer¡¡¡ RECOMENDARLA por supuesto, como siempre es impresionante leerte amigo mio, abrazos
ResponderEliminarGracias, Nuria, por tus palabras. Me llenan de satisfacción, claro está. Hemos de seguir en la lucha contra esta lacra de todos los veranos.-Besos
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