Aunque estemos llamando a la puerta del otoño, el verano ha
sido tan riguroso que parece mentira que haya descendido el número de hectáreas
quemadas en España con relación al pasado año, puesto que da miedo pararse a
ver los noticiarios. El medio natural sufre lo suyo, pero ya no solo es eso, lo
peor de todo es el riesgo de vidas humanas que se ponen en el tapete en
cualquier episodio de incendio forestal. Y apurando sobre el asunto, lo más
lamentable es que la mayoría de ellos siguen siendo provocados. No se teme
siquiera ante el hecho de ser considerado delito y que se puede acabar con los
huesos en la cárcel. Es increíble como está el personal.
En este sentido César-Javier Palacios escribe un artículo en
20Minutos que no tiene
desperdicio. Conocía muchas causas por las que se prendía fuego al monte de
manera intencionada, pero la que nos relata César-Javier relativa a la quema de
papel higiénico tras una defecación, no hay por donde cogerla, apesta.
Como siempre, me gusta echarle un vistazo a la página de Greenpeace
para ilustrar mejor de lo que estoy escribiendo: España es el país europeo que más sufre los efectos perniciosos del
fuego. La falta de prevención es una de las claves que ha generado un peligroso
aumento de incendios forestales, provocados por el ser humano en la mayoría de
los casos.
Y encima se producen acontecimientos de vez en cuando que
vienen a echar más leña al fuego, en el sentido literal de la frase. Vean si
no:
No hace mucho, el grupo ecologista Alwadi-ira, de Alcalá de
Guadaira denunciaba que se quieren eliminar tres mil eucaliptos en la zona de Gandul.
Mis buenos amigos dan toda una serie de razones para evitar que se cometa
semejante tropelía arbórea. ¿Qué habrán hecho los árboles para recibir
semejante castigo?
Por desgracia hay más, mucho más que hablar al respecto,
pero por hoy lo dejaré aquí con la esperanza —aún la mantengo— de que la
llegada de la nueva estación meteorológica signifique una inversión en la
tendencia incendiaria del ser humano.