Así comienza el capítulo 18 de la novela Cuando los bosques mueren
En mil novecientos ochenta y cuatro, a la edad de veintitrés años, Chus
seguía con sus estudios de COU en el Instituto San Isidoro de Sevilla donde se
había matriculado en el curso nocturno para poder trabajar durante el día y
ahorrar dinero para sus aventuras ciclistas, con las que sueña día y noche,
pero de lo que más orgulloso se encontraba era de la independencia económica de
su padre, con lo que terminaba el último lazo que le mantenía unido al guardia
civil. De ahí tan sólo le faltaba el paso a la Universidad para
terminar por convertirse en una persona madura, independiente y libre. Se
matriculaba en la Facultad
de Biología, se adentra en el conocimiento de los bienes naturales, llevaba a
cabo mucho trabajo de campo que seguía siendo el lugar donde más a gusto se
encontraba, lejos del trasiego de las ciudades. En su mente, no obstante, se encontraba presente Santa
Bárbara. Le llenó el bolsillo de los duros necesarios para conseguir lo que
tenía, pero el ruido que se armó en el pueblo y sus alrededores como
consecuencia de su actuación lo tenía siempre presente, no conseguía olvidarlo.
—¿Qué tal tu primer día de universitario?-le pregunta David.
—Menos duro de lo que me imaginaba.
—¿Por qué ciencias, por qué Biología?
—Siempre me tiraron más que las letras, se me dan bien las matemáticas,
pero no tenía ganas de hacer esa carrera. He preferido algo más divertido y la Biología por su relación
con la Naturaleza
se me hace más atractiva.
—Pues a mí me pasa lo contrario.